1*- Las
Relaciones Sentimentales En La Adolescencia.
La etapa de la adolescencia suele dar
muchos dolores de cabeza a los padres. Es un momento en el que aparecen todo
tipo de conductas contradictorias: deseo de ser independiente y, al tiempo,
negación de la responsabilidad sobre los propios actos; rechazo de los valores
del mundo de los adultos, exigencias a veces desproporcionadas de libertad,
cambios repentinos de humor, etc. Los padres, frecuentemente, se sienten
desconcertados y perdidos; no menos que los propios adolescentes.
En
general, este tipo de conductas y reacciones son transitorias, y lo más
apropiado es tener paciencia y comprender que es el preámbulo de la entrada en
la vida adulta. Los adolescentes necesitan este tipo de controversias y
conductas de rebeldía para acceder a una identidad más madura. Quieren ser
“ellos mismos”, es decir, “diferentes” a sus padres, de los que rechazan lo que
piensan que es “negativo”, por tanto, actúan en la mayoría de las ocasiones de
forma totalmente opuesta a lo que se les pide o espera de ellos.
Sin
embargo, su modelo de conducta, de relaciones afectivas y sentimentales,
indudablemente, es el núcleo familiar. Son las relaciones de los progenitores
como pareja y en su papel de padres las que marcan el modelo que los
adolescentes van a seguir para organizar sus propias relaciones afectivas.
Aunque, en la adolescencia, lo que se percibe de manera más superficial es,
justamente, el rechazo de tal modelo. Pero esto no debe confundirnos; los
adolescentes son inexpertos y apasionados en el manejo de sus relaciones
afectivas y necesitan experimentar, sobre todo en sus primeras relaciones
sentimentales. Con el deseo de ser “diferentes” a los padres, sin embargo,
reproducen, sin saberlo, el modelo que han vivido en su familia.
Es,
por lo tanto, imprescindible que los padres reflexionen sobre las relaciones
que han establecido con sus hijos y entre ellos. Al fin y al cabo, éste es el
desafío que la adolescencia plantea a todos los padres como representantes del
mundo adulto.
En
ocasiones, los adolescentes, sobre todo las chicas, establecen relaciones
sentimentales inadecuadas con chicos controladores, dominantes, que ejercen una
violencia no necesariamente física, pero sí psicológica, que exigen relaciones
cerradas, exclusivas, intentando cortar los lazos con amigas o amigos, incluso
con los padres o familiares, erigiéndose en el objetivo de todo el afecto de
que es capaz la adolescente. Esta situación conduce al sometimiento en todos
los sentidos. Normalmente, la exigencia es progresiva, pero, poco a poco, el
círculo se va cerrando sobre todos los aspectos de la vida cotidiana. Las
peticiones se convierten en prohibiciones: “no te vistas así”, “no te pintes”,
“no salgas con nadie, solo conmigo”, “has mirado a otro”, etc., estableciéndose
una relación de sometimiento asfixiante que puede, incluso, llegar a forzar
relaciones sexuales no deseadas.
¿Cómo educar
adolescentes? |
Muchos padres de familia no saben
cómo tratar a sus hijos adolescentes. Quisieran ponerlos en manos de algún
técnico que tuviera la solución mágica para guiar su educación en este período
tan difícil y tan importante para la formación definitiva de la persona. Pero la
solución sólo puede venir de los padres; los demás podrán ayudar, pero no pueden
suplir.
Hoy hay muchas teorías sobre cómo educar a los hijos, que van desde la más absoluta rigidez hasta el completo abandono y tolerancia. La experiencia nos ha demostrado que ninguno de estos dos extremos produce frutos sanos. Por eso, la mejor opción es una vía humanista y muy apegada al sentido común, que encauce a nuestros jóvenes hacia modelos de comportamiento que les ayuden a crecer como personas y construir sociedades más a la medida del ser humano. ¿Cómo son los adolescentes? Cada vez resulta más frecuente oír a los padres de familia quejarse de que no conocen a sus hijos adolescentes. Para ayudar y encauzar a un adolescente es muy conveniente conocer qué es la adolescencia y cuáles son las características fundamentales de este período. Características de la adolescencia. Época de cambios: En este período el muchacho o la muchacha comienzan a constatar cambios en su cuerpo, en su estado de ánimo, en su sensibilidad y no saben cómo manejarlos. Sienten nuevas tendencias instintivas y aún no tienen una capacidad de razonarlas, ni un equilibrio temperamental para afrontarlas con madurez. Época de búsqueda y autoafirmación de sí mismos: El adolescente rechaza todo lo que recibió en la niñez porque él quiere construirse un mundo por sí solo, hecho todo por él. Por eso rechaza hasta los valores que recibió en su familia. Busca nuevas amistades y adquiere una cierta actitud de rebeldía y de crítica ante todo, partiendo esto, de su deseo de autoafirmación. Época de formación de la personalidad: Es en esta etapa cuando, salvo alguna fuerte influencia posterior, queda ya formado el carácter y fijada la personalidad. El muchacho se hace colérico, flemático, sanguíneo, como temperamento dominante para siempre. Época de inseguridad personal: Los cambios de este período, su anhelo, convertido a veces en verdadera obsesión, por construirse su mundo, llevan al adolescente a experimentar una fuerte inseguridad e incertidumbre ante el futuro de la que quiere salir por sí solo. Sin embargo, es cuando más afecto necesita. Es el momento en que las adolescentes se pasan mucho tiempo solas llorando o huyen absolutamente de la soledad. Las reacciones pueden ser contradictorias, pero siempre son objetivamente exageradas. Igual sucede con los muchachos, que se hacen extrovertidos o introvertidos de forma exagerada, poco equilibrada. En los dos sexos aparece muy fuerte la búsqueda de afectos, de amistades íntimas y completas que compartan con ellos lo que no son capaces de decir a otros, precisamente por su inseguridad, porque se imaginan una reacción negativa. Época de formación de principios y convicciones: Según los psicólogos, el niño de aproximadamente 11 a 13 años forma su gramática de valores en la que comienza a comprender el significado de lo que serán los grandes principios que regirán su vida. Después, en la adolescencia, fija definitivamente (salvo algún suceso grave que impacte en su vida) la jerarquía de valores, las convicciones que guiarán todo su comportamiento consciente y libre. Esto significa que estamos ante una época fundamental en la formación de la opción moral del futuro hombre o de la futura mujer.
¿Cómo educar
adolescentes a través de la comunicación?
En un colegio de la ciudad
de México fue hecho un estudio muy interesante. Se preguntó a los padres de
familia si consideraban que era buena la comunicación con sus hijos. Casi todos
respondieron que sí. Después se repitió la misma encuesta con los alumnos. Se
hizo, como en el caso de los papás, una pregunta única: ¿Crees que es buena
la comunicación con tus papás y por qué? Muchos respondieron abiertamente
que no y otros decían que era buena, pero luego daban alguna explicación o
aclaración que hacía ver que realmente no era tan buena.
Decían, por ejemplo: es buena, pero no me escuchan; es buena, pero no se interesan por mis cosas; es buena, pero no tienen tiempo para mí; es buena, pero no puedo hablar a solas con ellos; es buena, pero todo lo que les digo lo consideran sin importancia. Sólo tres alumnos respondieron que la comunicación con sus papás era buena, sin peros. Este es el punto fundamental, no se puede educar si no hay una recta comunicación. Mis mensajes no llegan y los de mis hijos no me llegan a mí. Se acaba por no conocer al hijo y de ahí nace el problema de no saber cómo afrontar los problemas. Les voy a contar un caso real que pasó en dos familias. Quizá el problema de fondo parezca obsoleto y anticuado, pero ilustra la diferencia que hay entre educar con comunicación o hacerlo sin ella. Corría el año 1980 y llegaba la moda de la minifalda. Al principio, los papás tenían serios reparos para dejar a sus hijas ir así a la calle. Los padres de Paloma la vieron un día vestida así y la regañaron duramente. Ella quiso dar alguna razón para defender su postura, pero no hubo forma. Desde entonces, Paloma, siempre que iba a alguna fiesta, salía vestida de su casa decorosamente según el gusto de sus padres, pero siempre llevaba en una bolsa la minifalda para cambiarse. Los papás de Alicia tampoco veían con buenos ojos que su hija fuera vestida de tal forma, pero hablaron con ella y escucharon sus razones. Ella les dijo que era la moda y que si no usaba minifalda, su novio se pasaba toda la fiesta fijándose en otras niñas y no en ella. Además, que era cómoda y no sé cuántas cosas más les diría. El caso fue que los padres de Alicia acabaron aceptando que en ciertos momentos ella fuese vestida con minifalda, pero al mismo tiempo formaron en ella un recto sentido del pudor que la ayudó mucho en esta etapa de la adolescencia, donde las muchachas pasan de sentirse a disgusto con su cuerpo a una exaltación excesiva del mismo. |